El director nacional del Servicio Jesuita para Migrantes y Refugiados (JRS) en Brasil, Agnaldo Júnior, estima que a diario cruzan la frontera entre 500 y 600 venezolanos.

En sus visitas a Pacaraima y Boa Vista registra un “incremento significativo” de la migración venezolana, en lo que va de 2023. “Son perfiles más de salud, hemos chequeado muchos casos de cáncer que vienen por tratamiento aquí en Brasil”.

Aunque no hay un número exacto que dimensione la cantidad de migrantes venezolanos con cáncer que se ven forzados a salir del país, el informe más reciente de la Plataforma de Coordinación Interagencial para Refugiados y Migrantes de Venezuela (R4V), revela que 54% de las familias venezolanas en Brasil reporta necesidades de atención médica.

La R4V también calcula que 50% de los venezolanos que cruzan la frontera hacia el país vecino tiene algún grado de inseguridad alimentaria.

Júnior explica que estos nuevos ingresos no tienen que ver con una migración pendular (como se denomina a la población que va y viene de un país a otro) sino que se trata de venezolanos que por primera vez migran por esta frontera: “En nuestro servicio, en Boa Vista, hemos identificado que la gran mayoría estaba haciendo su documentación por primera vez”.

El sacerdote jesuita señala que la Operación Acogida (u Operação Acolhida, en portugués) ha tenido que disponer del espacio que usa para brindar atención relacionada con la documentación en Pacaraima, para que los migrantes pasen la noche ya que los refugios están colapsados. Al final del día retiran las sillas y adecuan el área para que puedan dormir.

“Hay falta de información verdadera, entonces la gente cree que va a llegar a Brasil y va a encontrar espacios donde estar abrigadas. Sí hay refugios, pero no entran todos, hay criterios, y también están colapsados. Entonces la gente se queda en calle porque un alquiler no es accesible para alguien que está llegando con pocos recursos”, expresa.

Esto explica por qué cerca de la terminal de autobuses de Boa Vista se ven grupos de migrantes que duermen en carpas improvisadas o a la intemperie. “Se ponen con sus sábanas y pasan la noche ahí porque cerca hay un desayuno que ofrecen las Hermanas de la Caridad y que para muchos es la única alimentación que tienen al día”, agrega el representante del JRS.

La necesidad de atención médica y la inseguridad alimentaria son los principales desafíos; sin embargo, también destaca que 28% no tiene una vivienda estable y no sabe dónde vivirá el mes siguiente, 18% de los niños venezolanos no están matriculados en escuelas y 37% de los jefes de hogar gana menos que el salario mínimo brasileño.

Los pueblos indígenas y los migrantes sufren tasas más altas de inseguridad alimentaria; más niños indígenas están fuera de la escuela, y están sujetos a mayor discriminación.