Por Enrique Ochoa Antich

O sobrevivimos como hermanos, o perecemos como idiotas Martín Luther King

Venezuela necesita un cambio. La devastación del país es de tal hondura que esa tarea adquiere proporciones nacionales y no partidistas. Lo que está en juego es el bienestar e incluso la vida de millones.

Para que ese cambio sea posible, debe hacerse en paz. Es decir, pactándolo con quienes hoy ejercen el poder absoluto. Se ha demostrado sobradamente (entre 2002 y 2005 y entre 2016 y 2021) que intentar hacerlo a la fuerza tan sólo agrava la crisis y empeora las condiciones de vida de todos, comenzando por los más pobres.

Por otra parte, la correlación de fuerzas indica que la confrontación violenta se resuelve a favor del régimen autoritario. Sólo el cambio en paz es posible. Basándonos en la persuasión, en la promesa de perdón mutuo, en el olvido y en la reconciliación. Los venezolanos debemos escoger si queremos continuar solazándonos en el insulto y las amenazas aunque eso aleje cada vez más las posibilidades del cambio necesario, o si propiciamos una tregua que permita un cambio que por pequeño que parezca en sus inicios, sea el anuncio de cambios mayores que vendrán.

Además, para que el cambio político, económico y social sea exitoso, es decir, comporte la reconstrucción de las capacidades productivas del país, el abatimiento de la inflación, y la mejora de salarios y pensiones, también debe hacerse en paz. Una nación fracturada, una sociedad revuelta, no tendrá ninguna posibilidad de atraer las cuantiosas inversiones privadas, nacionales y transnacionales, que esa reconstrucción demanda. Sólo el cambio en paz puede ser exitoso.

Un cambio de esta naturaleza, es decir, un cambio en paz, sólo es posible a través de un gobierno que por un período de tiempo relativamente prolongado, nos represente a todos: izquierdas, derechas, centro, trabajadores, profesionales y técnicos, empresarios y emprendedores, civiles, militares, iglesias. Un Gobierno de Unidad Nacional.

Éste debería ser el compromiso de todos. Cada uno desde su bandería, procurando ganar el favor popular en democrática y libre competencia, debería, con la mano en el corazón, reconocer que su fuerza sola no es suficiente para emprender las grandes tareas que Venezuela tiene hoy planteadas, para entrar con alguna competitividad al segundo cuarto del siglo XXI.

Si la unidad de aristócratas caraqueños y plebeyos del llano, y de neogranadinos y venezolanos, nos dio la independencia en la alborada del siglo XIX; si la unidad de todos los demócratas: adecos, comunistas, copeyanos y republicanos, nos permitió a mediados del siglo XX derrocar la última dictadura militar y dotarnos de una Constitución democrática; los venezolanos de hoy debemos amalgamar una tercera unidad, la unidad del siglo XXI, que nos permita construir una nueva democracia y una nueva sociedad.

Esto puede hacerse a partir de unas cuantas ideas programáticas que encarnen y propugnen un nuevo consenso nacional, un programa mínimo democrático. Las tareas que la nación debe cumplir son enormes, porque la destrucción ha sido muy profunda, y por eso reclaman el concurso de todos, pero en su contenido son bastante simples y cuentan aquí y ahora con el apoyo de las mayorías. Nos atrevemos a mencionar algunas:

  • La reinstitucionalización del Estado, es decir, la reconstitucionalización de sus instituciones.
  • La reactivación no rentística o extrativista de las fuerzas productivas de la nación para lograr un crecimiento sin inflación y la recuperación del salario real, las prestaciones y las pensiones.
  • La reconstrucción de la infraestructura de servicios públicos, incluyendo los sociales, es decir: de salud, educación, vialidad, energía eléctrica, agua, gas, etc.
  • Un acuerdo para lograr una transición energética acelerada hacia fuentes de energía limpia (eólica, solar e hidráulica) antes de que las energías fósiles pierdan relevancia en el mercado mundial.
  • La re-colocación de Venezuela como una nación ajena a los centros mundiales de poder y con relaciones abiertas hacia todos los países del mundo.

No hay razones para creer que la mayoría de los venezolanos de buena voluntad no puedan encontrar en cada una de estas cuatro áreas los consensos que se requieren para acometer el cambio en paz que Venezuela necesita con urgencia.

Es por ello que desde esta tribuna, en mi condición de ciudadano sin pertenencia partidista alguna, pido a todas las fuerzas políticas: al PSUV y a las diversas oposiciones, considerar la posibilidad de debatir, acordar y suscribir un acuerdo en el que todos los candidatos presidenciales se comprometan ante el país a conformar a partir de 2025, gane quien gane las elecciones presidenciales de 2024, un Gobierno de Unidad Nacional en cuya representación participen todas las fuerzas políticas con base en la votación popular que reciban. Un Pacto Pre-electoral para un Gobierno de Unidad Nacional.

Tal vez así podamos sacar a Venezuela del estado de postración en que hoy se encuentra. Tal vez así los venezolanos podamos encarar el porvenir con esperanza y renovado optimismo.