Carlos, el hermano materno de Franyelis estaba comiendo un par de jojotos la madrugada del lunes 24 de octubre en casa de su tía abuela Marbelys Janet González, lugar donde solía pasar el rato porque podía ver televisión, artefacto que no posee en su vivienda, justo al lado. Eran las 2:00 a.m. y la mayoría de los habitantes del callejón La Gracia de Dios del sector Tronconero, municipio Guacara, estaban entretenidos en una reunión celebrada en el terreno del ranchito de Alexander López, un vecino.

Su tía le extendió una taza que calentó por un momento sus manos en esa noche fría y húmeda. Cuando el adolescente de 14 años de edad se disponía a darle el último sorbo al café, escuchó el llanto de su pequeña hermana Franyelis Véliz Rodríguez (5). Abrió la puerta y vio a “La Purri”, como le decían de cariño, corriendo desde el final del callejón hacia el sitio de la fiesta donde se encontraba su madre.

“Salí y vi a la niña rara. Llorando. Me fui para mi casa para ver qué estaba pasando y cuando entré en la sala vi a Raúl sentado en el mueble con los ojos rojos. Entonces le dije a ‘La Purri’ que se viniera a dormir conmigo en casa de mi tía Marbelys, pero ella decía que quería irse con mi mamá, así que la dejé con ella donde Ale”, relató al equipo de Notitarde.

”Franyelis no tardó en buscar abrigo sobre el regazo de Yésika Rodríguez González (33). La infante llevaba puestos una camisetica azul y un short blanco cuando alzó sus pequeñas manos, subió a los brazos de su madre y se recostó en su pecho, mientras su hermano insistía en que se fuera a acostar en casa de su tía Marbelys. Pero los intentos fueron en vano. “Llamé a mi mamá. La niña la abrazó y después empezó a reírse. Me dijo: ‘chao, hermanito’ y me dio un beso en la frente y me fui a dormir”.

El joven detuvo la narración. Al rememorar los últimos segundos de ternura junto a su hermanita, su moreno rostro se inundó de lágrimas y los gemidos que emergieron de su pecho le impidieron tomar aliento con regularidad. Tras un breve silencio, continuó con la garganta entrecortada. “A las tres de la mañana escuchamos unos gritos y que nos tocaron la puerta. Era mi mamá. Me estaba llamando porque se había perdido la niña y la cama de ella estaba llena de sangre”.

Ciento treinta pasos habría recorrido Yésika alrededor de las 2:20 de la madrugada con la niña cargada desde el ranchito de Alexander hasta su casa, al final del callejón de tierra. Habría empujado el primer portoncito de metal oxidado que da paso al porche, abierto la puerta de la casita cuadrada con techo de zinc, atravesando la sala sin alertarse por la presencia de su hijastro Raúl en el sofá, cruzado a mano derecha rumbo a la habitación de la pequeña, acostando a su hija en el colchón matrimonial y regresado por el mismo camino de vuelta a la tertulia.

Media hora más tarde, Yésika se sentiría vencida por el cansancio. Esta vez caminó sola los mismos 130 pasos, dispuesta a recostarse con su hija, pero fue sorprendida por una escena teñida de rojo. “Cuando mi mamá vino a ver, no estaban ni Raúl ni la carajita, y la cama estaba llena de sangre”, detalló el hermano de la niña.

Todo el callejón escuchó los gritos y el bullicio de la madre. Los vecinos que aún seguían despiertos, incluso los que estaban dormidos, se acercaron rápidamente a prestar apoyo para buscar a la criatura. La mayoría escudriñó por el montaral que rodea el final de la calle sin obtener pista alguna. “Se metieron por el monte, por el aguacatal, por todas partes y no la conseguían”, señaló el adolescente.

Raúl, el hermanastro de 15 años, presunto criminal, también se unió al grupo de búsqueda con el cabello húmedo, sin camisa y una bermuda de jean blanca que sustituyó por los pantalones grises que cargaba minutos antes. “Apareció recién bañado y se puso a buscar con nosotros. Al ratico dijo que por qué no buscábamos en el pozo séptico. Allí empezamos a sospechar de él. Cuando fuimos a ver, de verdad estaba allí metida en el pozo. Parecía una muñequita”, sollozó Carlos.

Los que realizaron el hallazgo estaban consternados y llenos de duda. Muchos preguntaron directamente a Raúl cómo sabía que la niña estaba allí, pero pocos se atrevieron a acusarlo entre tanto abatimiento. Apenas pudieron avisar a la Policía para que los ayudara a sacar el cuerpecito inerte de Franyelis envuelto en excremento.

Cuando las sirenas de los organismos de seguridad alumbraron el callejón La Gracia de Dios, Raúl, el posible agresor, ya se había esfumado.

Fueron detenidas 8 personas: Adrián José González Coronel (primo de la niña), Silvestre Rafael Almarza (vecino); Nelson Rojas (vecino), alias “El Negro Michel”; Alexander López (anfitrión de la reunión), Joannys Sánchez (esposa de Alexander), Ramón alias “El Maracucho” (papá de Raúl), Yésika Carolina Rodríguez (madre) y Carlos, hermano materno. Todos fueron enviados al Cicpc de Mariara, municipio Diego Ibarra, donde fueron entrevistados. Carlos, el único menor de edad que fue retenido, confesó a quien suscribe que había sido sometido a un agresivo interrogatorio que duró más de 24 horas. “Me acusaban de haber matado a ‘La Purri’. Y yo no sabía cómo pensaron que le haría eso a mi hermanita si era la más querida”, dijo entre gimoteos y con el rostro arrugado del dolor. Este martes todos los detenidos fueron liberados, salvo la madre de la pequeña y el padre del agresor.

Extraoficialmente se conoció que estudios forenses determinaron que la víctima primero fue violada, luego golpeada en varias partes del cuerpo, incluyendo el ojo izquierdo donde presentó un hematoma. Por último, la apuñalaron 21 veces con un arma blanca en el abdomen y el rostro.

El caso está siendo dirigido por la Fiscalía 23° y la Fiscalía 20° del Ministerio Público en Carabobo.El sepelio de Franyelis partirá a las 9:00 am de este miércoles, desde la funeraria hasta el cementerio El Toco.

Con información de Notitarde