Simón Petit
Cada vez que hay un nuevo aniversario, la nostalgia llega a mí con la imagen de aquella ciudad que solía disfrutar en todos los sentidos. Sus calles, su gente, sus fiestas, su alegría, sus luchas y todo lo que ha venido siendo su menuda y gran historia. Personajes nativos con la conciencia de crecer y progresar, y ciudadanos extranjeros con su espacio bien ganado por su trabajo y por esa inexplicable y apasionada querencia hacia un pedazo de tierra y urbanismo desordenado llamado Punto Fijo.
Ha pasado tanta gente buena que merecen ser reconocidos y recordados como los organizadores, impulsores, promotores y ejecutores de planes de desarrollo y expansión. Cómo me gustaría nombrarlos uno a uno; pero ni el espacio ni los lapsus de la memoria que en ocasiones te la juegan, me van a permitir agradecerles con todo mi corazón lo que hicieron para quienes aún seguimos soñando con ese Punto Fijo de todos.
Hay que decir también que mucha gente se ha ido a buscar otros espacios donde estar mejor que aquí. Es probable que algún día vuelvan o no, en todo caso, lo que si tengo seguro es que en su pecho se llevaron un poquito de viento, de brisa salobre, de agua de mar y sol caliente como ningún otro con ellos.
Punto Fijo cumple un año más y en medio de tanta adversidad, todavía tiene soñadores que aspiran concretar un futuro. Gente que no desmaya y sigue luchando, porque de eso se trata también: de levantarse y seguir avanzando hasta cumplir tu meta y logro. No ha sido fácil en estos últimos años, y a veces tristemente veo cómo celebran, por ejemplo, que la energía eléctrica tiene dos días que no falla (wow qué emoción), que el servicio de agua llega -en el mejor de los casos- cada veinticinco días y no seis meses como antes, que con bombos y platillos anuncian la instalación de un transformador o las luminarias de una avenida, entre otras trivialidades, que son acciones de un trabajo ordinario y no un evento extraordinario como se pretende hacer ver; pero, en fin, así estamos.
Como sea, es 27 de febrero; y como ciudad debemos levantar el rostro y enseñarle al mundo que el puntofijense es optimista, no tan romántico como antes ni tan ingenuo como lo parece; pero con un enfoque en su visión de retomar el camino a su grandeza y prosperidad. Solo los ciudadanos debemos contar con nosotros mismos y no esperar que del cielo caigan los frutos. Mucho menos de las dádivas del Estado para mitigar las penas. En Punto Fijo, todavía quedan restos de dignidad y esperanza para hacer de ella la mejor ciudad de Venezuela. Tal y como lo dijo Renny Ottolina: «Solo con esfuerzo y trabajo es que se construye un país. No conozco otra manera» Y así será.
Poeta, compositor, escritor, ex presidente del Instituto de Cultura del Estado Falcón.