Por Hugo R. Arias
Es indudable que el ejercicio de la política en cualquiera de las instituciones creadas por la sociedad está reconocida como el medio idóneo para reclamar del gobernante la vigencia de los derechos y los deberes que el mundo jurídico ha creado en favor de los ciudadanos y obligatorio de los entes del estado, pudiendo exigirse de manera directa o por intermedio de las asociaciones civiles que hayan sido creadas, el cumplimiento, sin dilación ni excusas de los derechos del ciudadano, y este, conocedor de sus deberes y derechos busca agruparse en cuerpos de apoyo, constituidos por mandato legal y objetivos claros, ya sean estas organizaciones de afiliación política partidista, gremial, sindical, comunal, deportiva y pare usted de contar, exigiéndole a quienes practicaran la política como instrumento reivindicativo del débil jurídico, ya sea que lo hagan como profesionales, lideres, dirigentes, activistas, de oficio, pasatiempo o diversión, un conjunto de ideas, conocimientos, criterios e informaciones que puedan servirles para la difusión y mejor preparación del conmilitante, quien luego pudiera hacer uso de lo captado, transmitiéndolo a los afiliados, y si fuere necesario, a los vecinos del sector donde hace política de manera permanente o como vecino preocupado por un mejor nivel de vida del conciudadano, ello hace nacer un contacto directo con el receptor de la información, sin necesidad de recurrir a calificativos despectivos y mucho menos a las agresiones verbales en las que suelen apoyarse algunos personajes.
Quien así se identifica tiene una facilidad innata para comunicarse con sus semejantes, eleva el nivel en los puntos de mayor interés en la discusión, que luego de aprobados en asamblea obligue al gobernante al cumplimiento de su responsabilidad, so pena de incurrir en graves violaciones a mandatos legales y constitucionales.
Lo anterior narrado sucedió en una Venezuela que a muchos de las nuevas generaciones les parecerá imposible, pero es cierto, ubiquémonos en los años más recientes, se produjo una revolución en el país y ello es innegable, llego el cambio de lo aceptable para lo peor, comenzando por el lenguaje utilizado por los gobernantes y muchos políticos, convertido en un insulto e irrespeto al ciudadano, la agresión y la descalificación son temas de primera fila, la industrialización se vino al suelo, las alcabalas y la gasolina acabaron con el libre tránsito, los ancianos sin sus garantías, el derecho a la salud y a la vivienda, el derecho al trabajo, el salario, los servicios públicos racionados, los hospitales sin material de apoyo, la educación prácticamente abandonada en todos sus niveles y por último, el emblema de la revolución, la inspiración y porta estandarte, Simón Bolívar, el Bolívar como moneda nacional la desaparecieron, o mejor dicho, lo cambiaron por la moneda del capitalismo, el cochino y asqueroso Dólar Norteamericano, y como si lo anterior fuese poco, cambiaron el sistema de hacer política, las palabras subidas de tono y atípicas en el quehacer político se pusieron de moda, el irrespeto a las instituciones ni se digan, las vestimentas de los funcionarios públicos de nuevo cuño son un insulto a la decencia del venezolano y las sedes del poder legislativo a cualquier nivel, municipal, regional o nacional brillan por el irrespeto en la mayoría de los casos, el protocolo establecido por los mismo legisladores es objeto de burla permanente pues son muy pocos quienes lo respetan, y si trasladamos el comentario al Poder ejecutivo, mejor es no decir nada para no correr riesgos.
Lo interesante de todo lo escrito es que la población está dispuesta a jugarse a Rosalinda para salvar la patria y sus costumbres, próximamente seremos llamados para escoger entre la decencia y la maledicencia, el respeto contra la vulgaridad, orden vs desorden, la inteligencia contra la piratería.
En tus manos estará la solución a este calvario, Venezuela necesita con urgencia salir del infierno donde la metieron los buenos para nada, la inteligencia necesita con urgencia reencontrarse con la racionalidad para iniciar un viaje siguiendo la ruta del progreso, la alegría, y lo más importante, la justicia que nos devolverán la felicidad y el trabajo por la nueva Venezuela, si, la del siglo XXI.
Abogado, ex Diputado del Congreso Nacional, dirigente Sindical.