José Guerra
Al 19 de noviembre de 2021 las reservas internacionales del BCV se situaron en US$
5.879 millones que comprados con US$ 6.264 millones del cierre de diciembre de 2020,
refleja una caída de US$ 485, equivalente al 7,6%. Ello ha ocurrido en el contexto de
una significativa recuperación de los precios del petróleo y un aumento de las
exportaciones de hidrocarburos. Las reservas que entran al BCV por exportaciones
petroleras salen en forma de ventas de divisas a un mercado cambiario insaciable.
Sin embargo, si al monto de US$ 5.879 millones se le deducen US$ 1.500 millones de
la posición del oro en litigio en el Banco de Inglaterra, el verdadero valor de las reservas
en manos del BCV es US$ 4.379 millones, de los cuales aproximadamente un 60%
corresponde a oro. Con un nivel de reserva liquidas en el entorno a los US$ 1.700
millones, la estabilidad del tipo de cambio que procura mantener el BCV no está
garantizada.
El BCV ha sostenido una intervención recurrente en el mercado cambiario con el
propósito de estabilizar el tipo de cambio para de esa forma procurar reducir y abatir la
hiperinflación que desde noviembre de 2017 sufre la economía venezolana.
Esa intervención ha adquirido la forma, principalmente, de ventas de euros y dólares en
efectivo a las instituciones financieras para así tratar de satisfacer la demanda de
moneda extranjera del público. La intervención ha sido acompañada por una política de
elevados encajes con el objeto de inhibir el crédito, que según la lógica del BCV se
orienta a la adquisición de divisas, presionado así al tipo de cambio y los precios.
Como resultado de todo ello, el crédito bancario en moneda nacional desapareció y el
tipo de cambio presenta un atraso importante con respecto a la evolución de los precios
internos, lo que ha determinado que actualmente la moneda nacional tenga más poder de
compra externo que interno, lo que en el argot económico se conoce como la
apreciación del tipo de cambio real. Entre octubre de 2021 y octubre de 2020 el tipo de
cambio del bolívar respecto al dólar aumentó 750% pero en ese mismo lapso los precios
internos se incrementaron en 1.258%. Así, los bienes elaborados en Venezuela son cada
vez más caros que los importados y de esta manera, en tanto que el sector comercial se
beneficia de la apreciación del tipo de cambio real, la manufactura y el sector agro
alimentario no pueden competir con importaciones relativamente baratas. Una situación
similar sucede con el fisco nacional por cuanto al Pdvsa vender sus dólares al BCV
recibe moneda nacional con cada vez menos poder de compra interno y con ello se
afecta la recaudación petrolera.
La política de estabilización del tipo de cambio como herramienta antinflacionaria, en
un entorno donde la demanda por moneda nacional no deja de caer, es altamente
riesgosa en la medida en que el BCV acuse una declinación de sus reservas que le haga
imposible sostener la política cambiaria. Esa fue la experiencia venezolana ocurrida
entre 2007 y 2012 durante la presidencia de Hugo Chávez y su ministro Jorge Giordani,
cuando se terminó sacrificando las reservas para intentar mantener estable el tipo de
cambio. Al final se observó un rebrote de la inflación a partir de 2014 y el BCV registró
una pérdida significativa de reservas internacionales.
Finalmente, los esfuerzos por reactivar la economía inyectando bolívares al sistema se
va a traducir en una depreciación del bolívar, tarde o temprano, en vista de la poca
disposición de los agentes económicos de conservar sus saldos monetarios en moneda
nacional.