Por Simón Petit
Cuando Chano Pozo decide irse a New York, lo hace impulsado por una invitación que le hiciera Miguelito Valdés; pero también porque había ocurrido un suceso que cambió su vida. Un reclamo que hizo a su representante por no ver las ganancias de sus regalías, aún sabiendo que sus canciones se estaban escuchando bastante tanto fuera como dentro de Cuba, tuvo un costo de tres balazos en la espalda y unas cuántas horas en el quirófano donde solo pudieron extraerle dos plomos quedando uno con el cual se corría un alto riesgo para la salud de Chano. Podría quedar paralítico y no quisieron el riesgo. Entonces prefirieron dejarle tranquilo y que poco a poco se recuperara. Y así fue.
Al llegar a New York, Miguelito Valdés y Mario Bauzá le ayudaron a subsistir con algunos conciertos en los salones de baile y también como tamborero en el Ballet de Katherine Durham. Así se mantuvo por algún tiempo hasta que un día en un restaurante, Mario Bauzá se lo presentó a Dizzy Gillespie. La química fue inmediata. Chano quería conocer lo que era esa tendencia del jazz de la cual Gillespie era precursor, y Dizzy, quería profundizar con la cultura afrocubana y su riqueza melódica.
Estaba rodeado de un talento exquisito. Milt Jackson en el vibráfono y Al Mckibson en el bajo, Joe Harris en batería y a veces también la tocaba Kenny Clarke; en las trompetas Dave Burns y Mathew Mckay, en los trombones Bill Shepherd y Taswell Baird; los saxofones los tocaban Howard Johnson, Cecil Payne, John Brown, James Moody, Joe Gayles, y en algunas ocasiones llegaba Charlie Parker. El piano a veces lo alternaban Russell y John Lewis……. demasiado talento. No tardó mucho en iniciar una gira por todo el país y fue un 29 de septiembre de 1947 cuando estaría en su primer concierto en el Carnegie Hall. Chano estaba feliz y prolífico. Tanto así que le plantea a Dizzy Gillespie componer una pieza en la que le sugirió comenzar con el contrabajo y con el picado de trompetas y saxofón como respuesta al diálogo Se la tarareó, onomatopéyicamente, porque Chano no sabía escribir música y Gillespie con Ray Fuller se encargaron del resto de los arreglos.
La pieza no tenía nombre en ese momento y Gillespe le pregunta a Chano, ¿Qué nombre le vas a poner? No sé, respondió. Dizzy mirando hacia el cielo como buscando respuesta le dijo que esa pieza era alucinante, y ahí fue cuando Pozo le dijo, “Manteca”, vamos a llamarla Manteca porque así le decimos a la marihuana en Cuba. A Dizzy le gustó el nombre, y aunque la gira en ese año fue agotadora, después de cada concierto se reunían para completar la obra. Un 22 de diciembre de 1947 deciden grabarla y quedaría para la posteridad, lo que es una de las composiciones referentes, emblema y punto de inicio del LatinJazz para el mundo. Manteca hoy es la fusión del talento de dos genios y el afianzamiento de una cultura ancestral en el lenguaje universal de la música.