De la Plaza de San Pedro a la Basílica de Santa María la Mayor
La ceremonia fúnebre del papa Francisco, fallecido el lunes 21 de abril a los 88 años, se celebró en la Plaza de San Pedro, en el Vaticano ante unas 400.000 personas, según detalló el Ministerio del Interior italiano, y decenas de jefes de Estado, de Gobierno y soberanos, entre ellos Donald Trump, Volodímir Zelenski y Emmanuel Macron. Tras la misa, el féretro recorrió por última vez las calles de Roma hasta llegar a la Basílica de Santa María la Mayor para ser sepultado, como fue el último deseo del primer papa latinoamericano de la historia.
Durante cerca de tres horas, el mundo tuvo la mirada puesta en el Vaticano y Roma este sábado 26 de abril.
Fue en la plaza de San Pedro donde el papa Francisco se encontró por última vez con los fieles el Domingo de Pascua, en la víspera de su muerte. Y fue también allí donde se celebraron sus funerales, bajo un protocolo meticuloso. Como primer papa en morir en funciones desde Juan Pablo II en 2005, Francisco había simplificado el procedimiento un año antes: decidido a ser enterrado como “un cristiano más” y no como “un poderoso de este mundo”, según escribió en su biografía.
Desde la madrugada, fieles y unos 2.700 periodistas acreditados se congregaron para asegurarse un lugar en las primeras filas. Los demás tuvieron que conformarse con ubicarse cerca de las pantallas gigantes instaladas a ambos lados de la plaza.
La misa fue presidida por el decano del colegio cardenalicio, el italiano Giovanni Battista Re, de 91 años. Alrededor del altar, dos zonas delimitaban a los invitados: a la izquierda, los cardenales vestidos de rojo, encargados ahora de elegir al sucesor de Francisco; a la derecha, los jefes de Estado y sus delegaciones.
Diez monarcas y cerca de cincuenta mandatarios asistieron a la ceremonia, entre ellos el presidente estadounidense Donald Trump, su predecesor Joe Biden y el francés Emmanuel Macron. Desde América Latina viajaron Luiz Inácio Lula da Silva (Brasil), Javier Milei (Argentina) y Daniel Noboa (Ecuador), entre otros. La disposición siguió un orden preciso: primero los presidentes, luego los soberanos católicos, después los reyes y príncipes no católicos y, finalmente, los primeros ministros.
Funeral sobrio, a la imagen de la vida del papa Francisco
Poco después de las 10 a.m., hora local, los funerales dieron inicio. El féretro de Francisco fue llevado e instalado en la icónica plaza. La imagen de la virgen Salus Populi Romani – habitualmente situada en la Basílica de Santa María la Mayor y ante la cual Francisco solía rezar antes y después de cada viaje – fue trasladada a San Pedro para velar su ataúd.
Antes de la misa, los jefes de Estado fueron invitados a orar frente al féretro cerrado. Trump, el rey Felipe VI de España, Macron y otros pasaron uno a uno frente al ataúd antes de ocupar sus lugares en la zona reservada a los dignatarios. La multitud que seguía la ceremonia desde las pantallas aplaudió al presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, único dirigente extranjero en recibir este gesto de homenaje.
La primera lectura fue tomada de los Hechos de los Apóstoles, quinto libro del Nuevo Testamento, que narra los primeros años de la comunidad cristiana tras la crucifixión de Jesús. El pasaje elegido, del capítulo 10, versículos 34 al 43, recoge las palabras del apóstol Pedro, quien enseña que Dios “acoge, de cualquier nación, a quien lo respeta y actúa con justicia” y que “todo aquel que cree en él recibe, en su nombre, el perdón de sus pecados”.
La segunda lectura provino de la Carta de san Pablo a los Filipenses, uno de los textos cristianos más antiguos, escrito en los años 50. El fragmento seleccionado abarca desde el capítulo 3, versículo 20, hasta el capítulo 4, versículo 1, donde san Pablo afirma: “Nosotros, los cristianos, tenemos nuestra ciudadanía en los cielos, de donde esperamos como salvador al Señor Jesucristo”.
El Evangelio proclamado fue el de san Juan (21, 15-19), el último de los cuatro evangelios del Nuevo Testamento. Redactado en un estilo poético a finales del siglo I, el pasaje muestra a Jesús preguntando a Simón Pedro si lo ama, e invitándolo a seguirlo. Cabe señalar que Juan Pablo II eligió este mismo evangelio para su misa fúnebre.
Una Iglesia que sea “una casa para todos”
Francisco fue un “papa cercano a la gente, con un corazón abierto a todos”, recordó el cardenal Giovanni Battista Re en su homilía. “Desde el inicio imprimió su fuerte personalidad en el gobierno de la Iglesia, estableciendo un contacto directo con las personas y los pueblos, deseoso de estar cerca de todos, con especial atención a quienes estaban en dificultad, entregándose sin medida, especialmente a los más pobres y excluidos”, afirmó.
Sus gestos y exhortaciones en favor de los refugiados y desplazados “son innumerables”, añadió, bajo los aplausos de la multitud. También subrayó su constante defensa de los pobres, recordando que su primer viaje apostólico fue a Lampedusa, isla símbolo de las tragedias migratorias en el Mediterráneo.
Durante sus doce años de pontificado, Francisco dejó una huella profunda tanto en la vida de la Iglesia como en el mundo, a través de numerosos textos de gran impacto universal y de orientaciones que marcaron cambios importantes.
El cardenal Re también destacó que Francisco nunca dejó de “implorar la paz”. “Ante la furia de tantas guerras, con su inhumanidad y sus horrores, el papa Francisco no dejó de alzar su voz para pedir la paz, para llamar a la razón y a negociaciones sinceras que buscaran soluciones posibles”, recordó. Y concluyó citando uno de los llamados recurrentes de Jorge Bergoglio: “Construir puentes y no muros”. Francisco defendía una Iglesia que fuera “una casa de todos”, añadió.
Santa María la Mayor, su última morada
Al término de la misa, el féretro fue transportado bajo una larga ovación y el repique de campanas. Luego, en una papamóvil blanca, salió de la basílica de San Pedro y del Vaticano rumbo a la basílica de Santa María la Mayor, al otro lado del Tíber.
El cortejo recorrió el túnel de Calivageri, cruzó el río Tíber, pasó por la avenida Vittorio Emanuele II y la plaza Venecia – inicio del histórico Foro Romano -, y llegó al Coliseo, donde Francisco había celebrado tantos viacrucis de Viernes Santo. Finalmente, atravesando avenidas y calles, alcanzó la basílica de Santa María la Mayor, un majestuoso santuario del siglo V que alberga ya las tumbas de siete papas. Allí, el pontífice fue enterrado en la intimidad. Unas 150.000 personas siguieron la procesión hasta su última morada.
En un breve testamento publicado el lunes por el Vaticano, Francisco expresó sus voluntades: ser enterrado de manera “simple” en una basílica romana dedicada al culto mariano.
“He confiado siempre mi vida y mi ministerio sacerdotal y episcopal a la Madre de Nuestro Señor, María Santísima. Por eso pido que mi cuerpo repose, en espera de la resurrección, en la basílica papal de Santa María la Mayor”, escribió el jesuita en este documento fechado el 29 de junio de 2022.
“Deseo que mi último viaje terrenal concluya en este antiguo santuario mariano donde solía acudir a rezar al inicio y al final de cada viaje apostólico, para confiar mis intenciones a la Madre inmaculada y agradecerle su serena y maternal atención”, añadió.
En cuanto a su sepultura, pidió que fuera “en tierra, sencilla, sin ornamentaciones especiales y con una única inscripción: Franciscus».
AFP y AP