POR HUGO R. ARIAS

Abogado, ex parlamentario, dirigente sindical.

Para tratar el tema de este escrito es bueno recordar que la Organización Internacional del Trabajo (O.I.T.) es un organismo tripartito, constituido en Paris en 1919 cuando la Sociedad de las Naciones hoy Organización de Naciones Unidas (O.N.U.), por recomendación del Tratado de Paz de Versalles reunió en su seno a representantes gubernamentales, de los empleadores y trabajadores de los países miembros, cuyo propósito en un principio fue la recuperación de Europa que había sido desbastada por la Primera Guerra Mundial, hoy su gestión en los 187 países que la integran se orienta hacia la justicia social, los recursos humanos y laborales reconocidos internacionalmente, el fortalecimiento del tripartismo y el diálogo social, permitiéndole la condición de organismo tripartito establecer normas de trabajo, formular políticas y elaborar programas de promoción del trabajo decente para todos mediante la figura de convenios y recomendaciones que pasan a ser leyes locales una vez sometidos a consideración del cuerpo legislativo, es interesante destacar que los países fundadores se comprometieron a promulgar una ley del trabajo en el primer año de la institución, el régimen de J.V. Gómez la aprobó en 1928 con escasamente nueve años de atraso y sin interés por su cumplimiento. Fue promotora de la organización de los trabajadores en sindicatos, habiéndose iniciado formalmente en Venezuela a comienzos de 1936, particularmente en la aun joven industria petrolera local, participaron activamente militantes de tendencias políticas no admitidas por el régimen de la época, particularmente Pedenistas y Marxistas, muchos de los cuales se destacaron en la lucha política y sindical del Siglo XX, enseñanzas que fácilmente, si existiera interés formativo pudiera aplicarse a la actual generación en esta primera etapa del siglo XXI. En ese mismo año se aprobó la segunda Ley del Trabajo que estuvo vigente hasta 1990 siendo derogada por la sancionada en 2012, y es bueno destacar que esos líderes, ninguno de ellos, en las actividades que les toco desempeñar en el Poder Público llegó a autodenominar el cargo con el cognomento de obrero, pues sabían de antemano que en el Derecho Laboral o del Trabajo, el obrero viene a ser la persona que en su desempeño hace un trabajo manual o que antepone el esfuerzo físico a cambio de una remuneración. Ese Sindicalismo fue reconocido a nivel mundial, sus dirigentes llegaron a ocupar posiciones de primer orden en el mundo de los trabajadores, no hubo discriminación para asistir a la Asamblea Anual de la O.I.T. allí coincidieron en representación de su sector sindicalistas social demócratas, camaradas, socialcristianos entre otros, ninguno fue a defender su tendencia porque lo importante eran los trabajadores, mientras que el Estado cubría buena parte de los gastos del viaje, nunca se discrimino, por el contrario, se colaboró con todos. Mientras esto sucedía, los enemigos de la democracia, con su odio, el resentimiento y la ambición, haciéndose llamar notables buscaban acabar con la democracia, en su desespero encontraron un felón lleno de frustraciones por no haber llegado a las grandes ligas del béisbol, lo hicieron Presidente para manejarlo y el pescado se les volvió cabeza, el muchacho les salió respondón y prontamente los execro, luego arremetió contra los trabajadores, les expropiaron las casas sindicales, negaron el derecho a discutir las convenciones colectivas, eliminaron el tripartimos para fijar salario mínimo y por escalas, acabaron con la representación de los trabajadores en las empresas del estado, desconocieron la estabilidad laboral, para ellos no existen los derechos sociales de la constitución, la huelga como protesta fue liquidada, y si alguien reclama ese derecho corre el riesgo de que le imputen hechos o delitos que ni siquiera conoce, no conforme con lo anterior, el heredero del beisbolista frustrado se autocalifica como Presidente obrero y creemos que es sincero en su actuación, quizás recomendada por asesores, pensando que al agregarle ese calificativo aumentaría como una explosión su simpatía y aceptación entre los seguidores, ignorando que el argumento en contrario del calificativo indica que en la actividad propia del obrero este recurre a la fuerza física para cumplir su misión mientras que para ser Presidente se requiere sin lugar a dudas una formación intelectual calificada y de allí la sinceridad más que la ignorancia, entregando la fuerza bruta o física a quienes verdaderamente la necesitan para trabajar por el desarrollo cierto y verdadero de la Venezuela que queremos, esperanzados, pues, creemos sin lugar a dudas que más temprano que tarde estaremos viendo el renacer de la nueva Venezuela.

HRA