Por Enrique Ochoa Antich

Tal vez nadie más que el suscrito ha censurado con mayor agrura las políticas extremistas de la candidata Machado. Sin desdecirme en ninguna de mis críticas anteriores, vista su enorme rectificación al, si no reconocer, aunque sea constatar la existencia del TSJ real (no la ridícula ficción ésa que habita las nebulosas más allá de nuestras fronteras, cuya “legitimidad” ella había reivindicado hasta apenas anoche), demandando se confirme su constitucional habilitación para participar en las presidenciales de 2024 como candidata de la PUD, es obligante reconocerla y celebrarla. Se requiere coraje para rectificar y hay que encomiarla por dar muestras de él.

Ojalá el partido-Estado PSUV, tal vez animado por los gringos, a su vez acepte ordenarles a sus comisarios políticos en el TSJ que la habiliten en todos sus derechos constitucionales, políticos y civiles, incluido el de ejercer cargos públicos. Se devolvería así de la absurda ruta perpetuacionista (esa forma pasiva del extremismo) y, admitiendo la posibilidad de una alternancia en el ejercicio del gobierno (el poder es otra cosa, como veremos), se disponga a la posibilidad de pasar con normalidad democrática a la oposición y ejercerla frente a un gobierno que, de ser ejercido por la candidata Machado, sería, para abreviar, eso que llaman un gobierno de derecha. Tal vez al PSUV le vendría bien procurar rehacerse al calor de la calle como el fenómeno popular que fue.

Este cronista, poniéndose la mano en el corazón, se pregunta: en tales circunstancias, ¿habría de votar por la candidata Machado? Entonces es el turno de los si condicionales.

Los “si”…

Si ella gobernara sin acuerdo previo alguno con el chavismo-madurismo, anticipándome al colosal caos que habría de provocarse a causa de una fratricida lucha de Poderes entre el Ejecutivo, por una parte, y el Legislativo, Judicial, Ciudadano y Electoral, y veinte gobernaciones y doscientas alcaldías… y una Fuerza Armada chavistas… y a lo que tal catástrofe puede significar para Venezuela y los venezolanos (en particular los más pobres) y, muy probablemente, para la oposición, que podría salir en ruinas de la conflagración (como del tristemente célebre “interinato”), con mucha probabilidad volvería mi mirada en busca de un tercero en disputa para darle mi voto.

Pero, me pregunto, cuál sería mi actitud ciudadana si Machado acatara por fin el mandato del sentido común, bajara a tierra, pusiese los pies en el piso y, dejando de ser lo que ha sido, hiciese parte de su discurso:

• Que ninguno de los actuales gobernantes debe temer persecución ni cárcel, en caso de ella ocupar el solio presidencial.

• Que procuraría una amplia amnistía política para ambos lados del tablero, oficialistas y opositores.

• Que cohabitaría con los otros cuatro Poderes Públicos, conquistando y ejerciendo el gobierno pero compartiendo el poder.

• Que invitaría a que el PSUV se integrase a lo que ella ha llamado Acuerdo Nacional.

• Que en su eventual gobierno tendrían representación todas las corrientes políticas de la Venezuela de hoy, incluyendo el chavismo.

• Que la reforma económica que propone es, como debe ser, contraria al estatismo, al populismo, al rentismo y al extrativismo, pero que cualquier reforma incluirá como parte de las fuerzas económicas a los gremios y sindicatos de los trabajadores.

• Que la necesaria liberalización de la economía será consensuada a través de un Pacto Social Anti-inflacionario.

• Que pide la inmediata suspensión de las mal llamadas “sanciones”.

• Que nunca más propiciará la intervención militar extranjera de nuestro territorio.

• Que bajo su mando la PUD ha de dejar de estar tutelada por los EEUU.

Me respondo de inmediato: en ese caso, sí, consideraría votar por ella.

Otro “ojalá”…

He escrito que ojalá el gobierno la habilite. Pero aceptemos que, vistas las cosas con sentido de la realidad (el principal de todos los sentidos políticos), es altamente probable que eso no ocurra. En cuyo caso diría: ojalá que en tal agreste circunstancia, haciendo honor a lo que ha dicho de que sus huestes no se saldrán de la ruta electoral, Machado, apartando sus acendrados personalismo y mesianismo (con los que muchas veces recuerda a Chávez), con humildad y generosidad, en nombre del interés nacional, y de la oposición (uno de cuyos principalísimos sectores ella dice jefaturar), con el mismo coraje con que acudió anoche al TSJ, y apelando a la mejor conciencia del país (que la sabrá comprender), decline de una vez su candidatura, y en vez de ser una candidata que no es candidata, o de pretender designar su sucesor mediante un “dedazo” a la mexicana, vuelque su inteligencia, su carisma, su capacidad de trabajo y su pasión (más que reconocidos por quien suscribe), en la confección de un consenso entre las dos oposiciones (cuya confluencia resulta determinante para ganar en 2024, como demostraron los resultados de las regionales 2021) para encontrar un nombre, o una fórmula presidente-vicepresidente, que:

  1. Tenga interlocución en toda la oposición partidista.
  2. Exprese el sentir de las mayorías populares y sociales independientes.
  3. Esté capacitado para negociar con el gobierno, de antemano, un pacto de gobernabilidad posterior a 2024.

Acaso así pueda este país, apaleado, expoliado y traicionado tantas veces, aproximarse al cambio profundo, político, económico, social, cultural, pero seguro y en paz, que todos los venezolanos anhelamos.