Griezmann dirige a ‘Les Bleus’ a la final hasta sofocar la rebelión de una encomiable Marruecos. Theo y Kolo Muani, tras jugadón de Mbappé, firman los tantos
A veces el fútbol tiene su lógica. La Francia campeona del mundo defenderá su corona ante Argentina en una final repleta de atractivo y significado, en especial el duelo de sus ‘dieces’ dominantes, Leo Messi y Kylian Mbappé. Pues perdonen, pero antes de fijarse en ellos habrá que perdir permiso a su majestad ‘El Principito’. Antoine Griezmann, el futbolista más determinante del torneo, el delantero que ha mutado a todocampista, gobernó la semi como antes hizo en los cuartos. Tan pronto mete un balón de gol como saca una pelota del área pequeña. A ello obligó Marruecos, espléndida en su reacción a la desventaja. Trabajó con esfuerzo y fiereza acariciando el empate, pero la calidad gala, con mención especial a Theo y Mbappé, acabó con el sueño.
Marruecos se vio en una situación inusual muy pronto. Había construido un muro de imbatibilidad que se derrumbó a los cinco minutos. En contra de lo previsto, un pase vertical y lejano para Griezmann fue la palanca para volcar el partido del lado francés. Centro atrás, remate en semifallo de Mbappé, rechace doble y pelota al costado, botando alta. Apareció Theo y conectó una volea complicada y eficaz.
La ventaja francesa desinfló el ánimo marroquí, por las nubes desde hace días. Para comprobarlo bastaba con ver cómo cantaron el himno en la grada, en el verde, en el banquillo, con Regragui gritando a voz en cuello. Eran conscientes de representar no sólo a los 37 millones de habitantes del país, sino a los cientos de miles que viven y trabajan lejos de su casa, y que regresan una vez al año para no perder las raíces y visitar a sus padres, a los abuelos de una nueva generación que ya ha crecido a miles de kilómetros de Fez, de Rabat, de Casablanca. Marruecos es protagonista de una de las historias más extraordinarias en casi un siglo de Mundiales, sublevándose al poder tradicional europeo, pero en la semifinal no tuvieron la fortuna de su lado. Al tempranero tanto galo se sumó la recaída de Saiss al correr tras Giroud, que remató al palo.
Pese al paisaje perfecto, Francia no se acomodó. De hecho, tuvo que aparecer Lloris para sacar una mano junto al palo al tiro de Ounahi, ‘el 8 de Marruecos’, en una prueba clara de que Marruecos no era sólo un eficaz dispositivo defensivo. Ziyech y Boufal aparecieron en zona de riesgo, y Theo era la mejor vía de escape para ‘les bleus’. Las bajas de Upamecano y Rabiot pasaron bastante inadvertidas. Konaté se agigantó atrás, y Tchouaméni voló con Fofana al lado. Pudo liquidar el partido en una arrancada con pase exquisito a Mbappé. Salvó El Yamiq el tanto, y el despeje sirvió a Tchouaméni para meter otro balón de gol. Concretamente a Giroud, que remató fuera.
No se había visto a Marruecos con un marcador en contra. Fue admirable. El Yamiq pudo firmar el gol del Mundial en una chilena que desvió Lloris contra el poste, justo antes del descanso, y tras él, pese a la retirada del dolorido Mazraoui, la intensa presión marroquí acercó el empate. Ziyech y Hakimi activaron el costado derecho, obligando a Francia a replegarse sobre su área. Intervino Varane, más Konaté, y el trabajo de Griezmann sin balón fue determinante, rebañando del área pequeña un par de incursiones venenosas de Marruecos. Al ‘Principito’ el quedaban piernas y corazón para enganchar con el ataque y algún pase profundo a Mbappé, acosado por la zaga marroquí.
Regragui metió más futbolistas de ataque y Deschamps reformó el suyo, retirando al lesionado Giroud para colocar a Kylian de la banda y ubicar allí a Thuram. Mano de santo. Tras una pérdida en el medio de Marruecos conectaron Tchouaméni, Griezmann y Mbappé, que rompió la jugada primero con un quiebro y después escapándose como una anguila en el área. Su remate tocó en Abde y cayó a Koko Muani, recién entrado, para sentenciar el pase. Marruecos estaba derrotada en el marcador, pero no en el campo. Los Leones del Atlas acabaron en área ajena, buscando el tanto, con orgullo y fútbol. Honor a un semifinalista espléndido que exigió a la campeona. Espera Argentina. Qué final.