Por Simón Petit
El 28 de junio de 1969 ocurrió un hecho que daría inicio a lo que hoy en el mundo se conoce como el Orgullo Gay. Fue en el Stonewall Inn, un bar de New york, ubicado específicamente en la Christopher Street de Greenwich Village, Manhattan. Un bar frecuentado por las comunidades gay que abarcaba desde homosexuales, lesbianas, transexuales, transformistas o Drag Queen’s, hasta heterosexuales. La fama no era de las mejores porque se especulaba que el local pertenecía a la mafia proxeneta que mercadeaba lo concerniente a los placeres ilícitos de la sociedad. Sin embargo la comunidad gay venía frecuentando algunos sitios exclusivos para este movimiento desde la década de 1950, aunque algunos dicen que la idea surgió poco después de la segunda guerra mundial, cuando se desataron las pasiones entre soldados que tenían mucho tiempo compartiendo no solo las filas y trincheras, sino también en ocasiones la misma cama.
Lo cierto es que ese día, cansados de una policía que, además de maltratarlos y vejarlos, los extorsionaba, hubo una redada que fue el colmo de todas las que habían hecho en el transcurso de la semana. El ánimo fue caldeándose cuando uno de los policías comenzó a manosear en el cateo a una lesbiana, y luego arremetieron salvajemente contra un joven que estaba en la barra al punto que los asistentes decidieron enfrentarlos. Allí comenzó una batalla campal dentro y fuera del bar a la una y veinte de la mañana, tanto que la policía no pudo controlar y llamaron refuerzos para imponer el orden; pero fue peor, porque entonces se transformó en un campo de guerra donde por cuatro días consecutivos se mantuvieron entre ataque y defensa al ritmo de consignas como Power Gay y Drag Power, con la pinta de grafitis en las paredes y la quema de contenedores de basura obstaculizando las calles, en lo que ese momento algunos llamaron la “war in back” (ya saben ahora de donde viene lo de la guarimba). El resultado de la jornada fueron miles de heridos y una centena de detenidos por los disturbios, entre ellos, el poeta Allen Ginsberg, quien vivía la Christopher Street cerca de Stonewall y el cantante de folk Dave Van Ronk, que no era gay pero si un agitador de masas con sus canciones y un activista en las manifestaciones contra la guerra de Vietnam.
Al año siguiente, los participantes de esa fecha, decidieron rememorarla porque la misma marcó un hito al lanzar su voz y ser escuchados al menos en New York; pero la noticia ya había corrido por el mundo. Organizaron en New York y Los Angeles una marcha simultánea lanzando la consigna del Gay Pride y posteriormente con los años se fueron sumando otras ciudades y países. Ese día pero en 1977, París fue escenario de una marcha donde se concentraron más de setenta mil personas que se integraron a la manifestación por los derechos homosexuales. Asimismo en 1984, en Gran Bretaña, el movimiento minero decidió enfrentarse a Margareth Tatcher en una huelga porque la Dama de Hierro no cedía concesiones para la nacionalización de la minería del carbón. Los mineros encontraron en el movimiento gay de Inglaterra el apoyo para hacer una histórica marcha cuyos resultados fueron más simbólicos que efectivos, porque la Tatcher despidió veinte mil mineros por haber marchado ese día. En ese momento se hizo famosa la frase de Tatcher en la que calificaba en 1985 a los mineros como el enemigo interno: «Tuvimos que luchar con el enemigo en el exterior, en Las Malvinas. Pero siempre tenemos que estar alerta del enemigo interno, el cual es más difícil de combatir y más peligroso para la libertad».
Muchos escritores e investigadores coinciden que Stonewall tiene su antecedente en Rosa Parks, aquella afroamericana que negó irse al puesto trasero del autobús que abordó, para cederle el lugar donde estaba a un blanco. Actitud que el chofer de la unidad recriminó diciéndole que llamaría a la policía sino se movía y donde Parks diría su famosa frase “You may do that” (Puedes hacerlo). Episodio que sirvió de inspiración a Martin Luther King en 1955 para iniciar el veto al transporte público por trescientos ochenta y dos días. Stonewall fue declarado y decretado por Barack Obama en el año 2017, como Monumento Cultural e Histórico de EE.UU. En el 2009 el mismo Obama había decretado junio como el mes del Orgullo Gay, Lésbico, Bisexual y Transgénero, citando los disturbios de 1969 como razón para «comprometerse por la igualdad ante la ley para los estadounidenses LGBT»
Hoy el movimiento de LGBTIQ aunque ha ganado bastante terreno, continúa luchando por sus derechos individuales como casarse entre ellos y tener hijos en adopción, derechos que en algunos países hasta el momento no se les ha permitido (como el nuestro, por ejemplo). Hay mucha literatura sobre el tema y, claro está, debates y discusiones sobre la moralidad; pero lo último que he leído y recomiendo es “El Fin del Armario” del argentino Bruno Bimbi, un libro extraordinario y detallado de testimonios, historias no contadas y propuestas concretas, como por ejemplo, las razones por las cuales renunció Ratzinger al Papado, o la decisión de un alcalde de texas de salir del closet en pleno ejercicio y asuimir sus consecuencias. Asimismo, no puedo dejar de mencionar “Algunas palabras de sexo- género- disidencia” un testimonio de tres organizaciones venezolanas y su experiencia en la lucha continua por su visibilidad, publicado en el 2018 por la editorial El Perro y La Rana. Son libros que nos abren más el panorama de un sector que por mucho tiempo estuvo reprimido, aislado y excluido de las decisiones que se toman sin atender el llamado a compartir por igual, los espacios de la sociedad.
Poeta y Cultor